Tenía 18 años cuando decidió que se casaría.
A esa edad en la que ahora los chicos están ansiosos
por conocer el mundo, anhelando terminar el bachillerato para sentirse un poco
libres y deseosos de hacer los que les venga en gana, ella cosió todos los
vestidos de sus ninfas y de todas las mujeres cercanas de la familia que la
acompañarían ese día especial de su vida.
También confeccionó su vestido de novia, con la
orientación de la señora Rita, la modista con quien aprendió el arte de la
costura.
Solo tenía 18 años!
Para esa época había enseñado a leer y escribir al que
ya era su esposo,
quien empezó a trabajar cuando tenía 7 años y maduró a
la fuerza, presionado por diferentes situaciones que rodearon su entorno
familiar y no tuvo la oportunidad de ir a una escuela.
Ella siempre fue buena para las labores del hogar:
Lavar, planchar, limpiar, para reparar todo lo que se dañara en su casa… pero
mala para la cocina. Tan mala, que
alguna vez endulzó un café con sal, se le quemaba el arroz a diario, olvidaba
agregar sal a las comidas, se le secaba la carne guisada… pero el día que se
fajaba a preparar un róbalo a la naranja, se sobraba!
Se ha pasado la vida lidiando con la migraña. No era raro encontrarla acostada y con todos
los fogones de la estufa encendidos porque tenía mareo. En ese momento presionaba el botón de “pausa”
a su vida y prácticamente se olvidaba de todo.
Algunas personas que desconocían su padecimiento la criticaban y decían que era “dormilona”. A ella nunca le importaron esos comentarios y jamás le aclaró a
ninguna persona la razón que tenía para irse a la cama en cualquier momento del
día.
Tuvo cinco hijos (tres hombres y dos mujeres) a quienes
enseñó, junto a su esposo, a creer en Dios, a ser cariñosos, respetuosos, a tomar
decisiones y a ser libres. Siempre
respetó las decisiones de cada uno y hasta fue alcahueta en algunos momentos.
Tiene 81 años, todavía mira a sus hijos con ternura,
pone la boquita de chupo para darles
un beso en la boca y los acaricia con calidez.
Dice que quiere a todos sus hijos por igual, pero se le van los ojos por uno
de ellos… y se sonríe maliciosa cuando la presionan para que diga el nombre de
su consentido.
Siempre cuidó a sus hijos con sabiduría y fue una mujer
que decidió servir a Dios y a los demás (catequizaba y visitaba a los
enfermos), pero la vida le puso un freno: Se sumió en una profunda depresión
después de perder a su compañero de vida y ahora su mente divaga entre
recuerdos, imaginación, realidad y un increíble sentido del humor (que sigue
intacto). Sus momentos de lucidez son
pocos, pero increíbles, y sus hijos los disfrutan al máximo. Ahora ella es la
niña de la casa. Ahora la vida de sus
hijos gira en torno al cuidado de ella.
Ella es la prioridad. No solo porque
deben honrarla porque es su madre, sino porque se lo merece.
Esa mujer es mi mamá!