sábado, 10 de septiembre de 2016

QUIERO DARME LA OPORTUNIDAD, QUIERO CONFIAR

Fotografía tomada de http://www.pensandoamericas.com/

Mabel te llaman.

Contesté la llamada: Buenos días. ¿En qué le puedo ayudar?

El hombre que habló me dijo: No me conoces, pero te tengo un mensaje de una persona que quiere verte (Me dio una información adicional que me hizo confiar) y me citó en un lugar público en el que había un evento, que no tenía nada que ver con las fuentes informativas que yo cubría en esa época.

Estacioné mi moto y no había avanzado mucho en el lobby del lugar de la cita, cuando lo ví.  ¡Dios qué alegría! Era un amigo a quien no veía hacía mucho tiempo.  Se había ido del país amenazado de muerte. Lo abracé con fuerza y le dije: ¿Estás seguro aquí?  Me dijo: Sí. Las cosas han cambiado.

Durante el tiempo que no nos vimos, supe que estaba bien, porque él se las ingeniaba para dejarme mensajes en casa con mi mamá. Ella no sabía de quién se trataba.  Solo me daba el mensaje: Te llamó fulano de tal (no era su nombre por supuesto) y te dejó dicho que está muy bien, que te quiere mucho.  Eso me tranquilizaba, pero me llenaba de tristeza, porque me estaba perdiendo de compartir con alguien que era realmente muy especial.

Ninguno se imagina lo duro que es saber que te van a matar y que la única salida que tienes es irte con tu familia lo más lejos posible, llevarte muy poco (material) y empezar una nueva vida.  Una cosa es irte a aventurar porque quieres tener esa experiencia y otra muy distinta que te obliguen a hacerlo.

El caso de este amigo, de otro que fue secuestrado en el año 2002 y de uno que solo después de 20 años pudo volver a Colombia, es lo más cercano que he tenido del conflicto armado en Colombia.  Créanme, si como amiga me dio tan duro, no quiero ni pensar lo que sufrieron sus familias. Y eso que estos son tres casos en los que al final, todo ha salido bien: Están vivos, regresaron a su tierra, a su hogar  y están tranquilos porque los sacaron de la lista negra.

Otras familias, muchas en este país, no pueden contar la misma historia. En medio de un conflicto que no entienden, han perdido hijos, hermanos, esposas, hermanas, amigos. Una guerra sin sentido que solo ha dejado dolor, miseria, intranquilidad y odio. ¡Qué triste!

Pero ellos, quienes sufrieron y recuperaron su tranquilidad, quienes todavía tienen familiares desaparecidos, quienes vieron morir a los suyos, quienes aún están fuera del país, no quieren que la guerra siga.  Ellos, quienes han vivido en carne propia el dolor, la angustia, han elegido perdonar, porque quieren volver a dormir tranquilos, porque saben que el odio los acaba por dentro, porque no quieren que otro sufra lo que ellos sufrieron.

Ellos me hacen reflexionar mucho sobre lo que quiero ver en mi país. Un país que quiere y necesita confiar en que sí se puede vivir de otra manera. Me quiero dar esa oportunidad.

miércoles, 31 de agosto de 2016

MÁS TIEMPO CON LA FAMILIA

¿Qué tal este invento? ¿El cuento es no salir de la oficina? Fotografía tomada de la página Outgrow.me


4:00 am y ya me había despertado, pero decidí cerrar los ojos para no perder la costumbre de “otros minuticos más” en la cama, cuando abrieron la puerta de mi cuarto.  Era mi mamá. Sonrió y me dijo: "Vine a que me vieras".  Me dio risa y le dije:  "Ay mami y por qué dices eso?".  “Es que no quiero que se te olvide mi cara”, respondió.

Me dio mucha tristeza escuchar a mi mamá decir eso.  Trabajaba en la Alcaldía de Barranquilla y fue la época de los damnificados por el invierno.  Salía muy temprano de la casa (mi mamá estaba dormida), compartía unos minutos con mi papá quien también era madrugador y solo regresaba hasta la noche.  Normalmente también me recibía mi papá, quien siempre estaba pegado al televisor.  Mi mamá ya estaba dormida y me acercaba a darle un beso en la frente.

Cuando uno está joven no mide las consecuencias del exceso de trabajo y solo piensa en ser responsable y cumplir con las metas propuestas. Disfrutaba mi trabajo realmente. Lo hacía con amor, pero no estaba pensando en los momentos que perdía al no compartir con mi familia. 

Ya me había pasado cuando trabajé en televisión.  Salía a las 6:30 am para el RADAR, el noticiero de radio que dirige mi hermano Luis Emilio, desayunábamos juntos al terminar y luego me iba para el noticiero de televisión.  Allí estaba todo el día y llegaba a casa a las 10:30 pm u 11:00 pm.  Encontraba a mi novio dormido y yo era quien lo visitaba (vivíamos cerca), porque a él le daba pena esperar en mi casa hasta esa hora.  Luego me acompañaba hasta mi casa.

Cuando volví a trabajar en televisión, ocurrió lo mismo.  Me perdía muchas reuniones familiares (o llegaba tarde), trabajaba fines de semana, festivos y hasta altas horas de la noche.  Cuando me encontraba con algunos amigos me decían: Le preguntamos a tu hermano por ti y dijo:  “Vayan a buscarla a la oficina. Nada más le falta llevarse la cama”.

No aprendí ni siquiera porque sabía la historia de mi papá cuando mi hermano mayor no había cumplido el año de nacido.  Trabajaba tanto que mi hermano no quería que lo cargara y se ponía a llorar, porque es que prácticamente no lo conocía!  Lo dejaba dormido en las mañanas y lo encontraba dormido en las noches.  Por esa razón decidió montar un negocio en la casa.  Qué decisión tan sabia la de mi papá.

A estas alturas de mi vida, vivo las consecuencias del estrés al que me enfrenté, de excederme en horas de trabajo, de dormir poco, alimentarme con lo que encontrara en el camino y en el horario que sea y de no reposar los malestares (que son el grito del cuerpo pidiendo descanso).

No cometan mis errores.  Se pagan caro.


domingo, 8 de mayo de 2016

UNA MUJER VALIENTE QUE SE MERECE TODO!


Tenía 18 años cuando decidió que se casaría.

A esa edad en la que ahora los chicos están ansiosos por conocer el mundo, anhelando terminar el bachillerato para sentirse un poco libres y deseosos de hacer los que les venga en gana, ella cosió todos los vestidos de sus ninfas y de todas las mujeres cercanas de la familia que la acompañarían ese día especial de su vida.

También confeccionó su vestido de novia, con la orientación de la señora Rita, la modista con quien aprendió el arte de la costura.

Solo tenía 18 años!

Para esa época había enseñado a leer y escribir al que ya era su esposo,
quien empezó a trabajar cuando tenía 7 años y maduró a la fuerza, presionado por diferentes situaciones que rodearon su entorno familiar y no tuvo la oportunidad de ir a una escuela.

Ella siempre fue buena para las labores del hogar: Lavar, planchar, limpiar, para reparar todo lo que se dañara en su casa… pero mala para la cocina.  Tan mala, que alguna vez endulzó un café con sal, se le quemaba el arroz a diario, olvidaba agregar sal a las comidas, se le secaba la carne guisada… pero el día que se fajaba a preparar un róbalo a la naranja, se sobraba!

Se ha pasado la vida lidiando con la migraña.  No era raro encontrarla acostada y con todos los fogones de la estufa encendidos porque tenía mareo.  En ese momento presionaba el botón de “pausa” a su vida y prácticamente se olvidaba de todo.  Algunas personas que desconocían su padecimiento la criticaban y decían que era “dormilona”.  A ella nunca le importaron esos comentarios y jamás le aclaró a ninguna persona la razón que tenía para irse a la cama en cualquier momento del día.

Tuvo cinco hijos (tres hombres y dos mujeres) a quienes enseñó, junto a su esposo, a creer en Dios, a ser cariñosos, respetuosos, a tomar decisiones y a ser libres.  Siempre respetó las decisiones de cada uno y hasta fue alcahueta en algunos momentos.

Tiene 81 años, todavía mira a sus hijos con ternura, pone la boquita de chupo para darles un beso en la boca y los acaricia con calidez.  Dice que quiere a todos sus hijos por igual, pero se le van los ojos  por uno de ellos… y se sonríe maliciosa cuando la presionan para que diga el nombre de su consentido.

Siempre cuidó a sus hijos con sabiduría y fue una mujer que decidió servir a Dios y a los demás (catequizaba y visitaba a los enfermos), pero la vida le puso un freno: Se sumió en una profunda depresión después de perder a su compañero de vida y ahora su mente divaga entre recuerdos, imaginación, realidad y un increíble sentido del humor (que sigue intacto).  Sus momentos de lucidez son pocos, pero increíbles, y sus hijos los disfrutan al máximo. Ahora ella es la niña de la casa.  Ahora la vida de sus hijos gira en torno al cuidado de ella.  Ella es la prioridad.  No solo porque deben honrarla porque es su madre, sino porque se lo merece.

Esa mujer es mi mamá!

Los gordis, el 31 de mayo de 1953, cuando dijeron ante Dios, que se cuidarían hasta que la muerte los separara.  De izquierda a derecha Eucaris González (prima de mi mamá), mi mamá, mi papá, mi tía Miriam (única hermana de mi mamá).  Abajo: Edith González y Pachito González, primos de mi mamá.  A pesar de sus lagunas mentales, mi mamá recuerda y reconoce a cada uno todavía.

domingo, 13 de marzo de 2016

¿De quién es este niño?

Y algunos padres no saben cómo manejar los berrinches pataletas de sus hijos. Pueden corregirlos sin necesidad de maltratarlos, pero ante todo, deben mantenerse alertas sobre el comportamiento de los pequeños y responsabilizarse de sus actos.


Unos amigos y compañeros de trabajo me invitaron a cenar.  Ya habían pasado dos semanas después de mi cumpleaños, pero habíamos tenido tanto trajín en la oficina, que fuimos postergando la salida.

Decidimos ir a un lugar bien agradable en el que hay variedad de platos, desde deliciosas ensaladas y sopas, hasta los irresistibles y pecaminosos postres.

Cuando llegamos recuerdo que enfoqué mi atención en una pareja y un niño.  El señor bastante mayor, ella muy joven y elegante y el niño bastaaaante inquieto.

Nos ubicamos como a dos mesas de ellos, pero en una zona en la que hay sillas empotradas.  La mesa de al lado estaba desocupada.  De pronto empecé a sentir pisadas muy cerca.  Volteé y el niño estaba brincando y caminando a lo largo de la silla empotrada. Le dije bajito que no debía caminar allí, que era para sentarse. Ni siquiera me escuchó.

El chico no se quedó quieto un solo instante, recorría el área, tocaba las cosas de las mesas, rodaba las sillas y volvía a caminar sobre la silla.

Ya habíamos terminado de cenar y la charla estaba tan amena que no nos queríamos ir, se pasó el rato y entonces nos decidimos por un postre. Ordenamos dos postres grandes y seis cucharas! (eso antes daba pena, ya no… primero la dieta –ji ji-).

En ese momento estaba sentada de tal forma que casi le daba la espalda a la pareja y al niño, así que no me di cuenta de sus movimientos, cuando lo siento sobre mi espalda. Volteo, miro a la pareja y estaban embelesados en su romance. Ni antes ni en ese momento se habían interesado en lo que estaba haciendo el niño. Me levanté molesta, tomé al niño del brazo y pregunté en tono alto (pero decente) y con cara de mucha incomodidad: ¿De quién es este niño?

Creo que les dañé el rato, pero la chica se levantó, jaló al niño, no lo regañó, no pidió disculpas y se lo llevó con fuerza.  El señor tampoco pronunció una sola palabra.

A mí me encantan los niños, soy tierna y me los embolsillo. No tengo hijos y soy consentidora, pero qué pena, me incomoda muchísimo la mala educación.  Uno se molesta con los pobres chicos necios, groseros, pataleteros (este término no existe) y hasta mal hablados, pero con quien hay que molestarse es con los padres.  Son ellos quienes educan bien o mal, son ellos quienes vigilan y corrigen, son ellos quienes siempre, SIEMPRE, deben estar atentos a lo que hacen sus hijos dentro y fuera de casa. Si están cansados o aburridos con la responsabilidad de ser padres, pues ingénienselas y programen escapadas, pero cuando salgan con ellos, háganse cargo!

lunes, 7 de marzo de 2016

El ladrón novato. De la que me salvé!

A veces llego a una esquina y en fracciones de segundos tengo más de diez motos alrededor. Y la verdad, vivo atemorizada.

Desde la calle 61 con carrera 24, mientras esperaba que el semáforo cambiara a verde, me di cuenta que me esperaba un trancón de vehículos que empezaba en la carrera 21. Pero ni modo, no tenía opción, pues no podía hacer ningún cruce a la izquierda. Eso fue en el año 2011 y ya los trancones eran mal diario en Barranquilla.

Eran la 7:15 pm, camino a casa, súper cansada y con la mente en dos correos electrónicos que debía enviar apenas pudiera encender el portátil.  De pronto tuve esa sensación que alguna vez todos hemos experimentado de que nos están mirando. Con el rabito del ojo  me doy cuenta que tengo una moto muy pegada a la puerta del carro.  Los vehículos avanzaban muy lentos en dirección norte – sur por el trancón, pero en sentido contrario no había trancón.  Es en ese momento en el que empiezo a maliciar sobre la razón de la cercanía del motorizado, pues a la mayoría de ellos no le importa avanzar en contravía.

Sigo avanzando lentamente pero pudo más la curiosidad y decidí voltear hacia la izquierda.  El tipo me hace una seña con la mano derecha y este es el breve “diálogo” que sostuvimos:

-        -  Dame el celular (fuerte, pero sin gritar)
Me hago la que no escucho, frunzo el ceño como extrañada y la verdad como que me parecía mentira lo que acababa de escuchar.
Vuelvo a mirar hacia la ventana y entonces él me grita:
-         .  ¡Que me des el celular!
-          Poniendo mi dedo índice de la mano izquierda en la oreja le digo, gritado: “No te escucho”
-          Y él con cara de rabia me hace seña con su mano derecha y grita: “Baja el vidrio!”
-          . “¡Ni de vainas!” Le grité.

Fin del “diálogo”.  Acto seguido, el tipo grita algo (no entendí), acelera con fuerza, tropieza el retrovisor izquierdo del carro, lo dobla y se pierde en sentido norte al llegar a la carrera 21. Cuando llegué a la 21 para hacer “la escuadra” me detuve lo necesario para asegurarme que el ladrón no estuviera esperando en esa esquina a ver qué rumbo tomaba.  No lo vi, pero con gran temor seguí mi camino a casa, rogando que no apareciera nuevamente.

Cuando llegué a casa le conté a mi hermano Gerardo y me dijo: “Te lo he dicho, tienes que tener cuidado”. Y le dije: “Ajá y entonces qué quieres que haga? Que no trabaje, que no salga? Además es temprano”.

Y me dice con tono de preocupación: “Y la próxima vez entrega el celular”.

Solo atiné a decirle, en tono de vacilón: “Si le hubiera entregado el celular sí que hubiera cogido rabia ese tipo, porque mira el “sisberry” que tengo” (no era el Nokia de foquito, pero casi).  Era la época del famoso Blackberry y yo andaba haciéndole la guerra a ese aparatico, porque me desesperaba la imprudencia de la gente que no respetaba ningún horario para enviar un “pin”. Recuerdo que en la sala de juntas de la empresa en la que trabajaba, yo era la única que no tenía smartphone y una compañera me criticaba y decía: “No te da pena que siendo jefe, tengas ese aparatico feo?”  Siempre obtenía la misma respuesta: “Lo importante es que me localicen y siempre respondo las llamadas.  A ti nunca te encontramos”.

Al final de la noche concluí que el ladrón era novato, lo estaban probando o ese era su acto de inicio, por detalles como estos: No tenía parrillero, no mostró ningún arma, fue bastante inseguro al inicio y gracias a Dios no fue insistente.

Aclaro algo: No acostumbro usar el celular cuando manejo y el aparatico no iba a la vista, pero para mí que los ladrones suponen que todo el que anda en carro lleva celular y de alta gama.

Después de ese mal rato, dejé de tomar esa ruta por muchos meses, pero desde entonces vivo con la zozobra cada vez que se acerca una moto a mi carro.  No creo que haya tantos novatos por ahí.

sábado, 5 de marzo de 2016

Estadísticas versus realidad. A propósito de la inseguridad en Barranquilla

Las estadísticas no siempre muestran la realidad.  Ilustración tomada del buscador de Yahoo.

A raíz de la nota sobre la inseguridad en Barranquilla que publiqué ayer en mi blog, un amigo me escribió lo siguiente:
Mabel, ¿Por qué no presentas estadísticas? No es bueno arriesgarse a decir que la ciudad es insegura sin cifras
Le respondí:
¿Importan las estadísticas? Es más, ¿Crees en las estadísticas?
Él me dijo: “Bueno, no siempre, pero algo de verdad hay en ellas

Y aquí voy con lo que pienso.

A lo mejor hay algo de verdad en las estadísticas, pero honestamente, creo poco en ellas. Y no creo en ellas porque no me dé la gana. Es porque está más que demostrado que se pueden acomodar a favor de o en contra de.

A la larga lo importante no son las estadísticas sino lo que a raíz de ellas se haga, las decisiones que se tomen.  Las estadísticas nos pueden mostrar cómo evoluciona un problema social, si disminuye o empeora y con base en esos datos las autoridades deciden qué van a hacer para atacar el problema.

Las autoridades publican estadísticas anuales, semestrales o mensuales de un problema social (violencia intrafamiliar, feminicidios, asaltos…). Normalmente comparan un período de tiempo con el del año anterior o años anteriores para determinar si el problema disminuyó o no.   Confiamos en que la muestra utilizada es real y los numeritos no mienten, pero hay un problema.  Y si las estadísticas no son reales?  Qué pasa si la disminución del problema no es verdad?

Pero bueno, vamos a creer.  Vamos a pensar que todo fue hecho con seriedad y responsabilidad.  Que las muestras son representativas y que el análisis es totalmente cierto.  Perfecto.  Pero pregunto: ¿Qué le decimos al ciudadano que mientras revelan el último análisis que muestra disminución de hechos criminales, es asaltado en una calle concurrida?  Al chico que le sacaron el celular de su bolsillo? A la chica a la que le pusieron un cuchillo en la cintura y la obligaron a entregar su bolso en silencio mientras se transportaba en un bus urbano?

Aquí aparece otro aspecto del tema. ¿Qué pasa con los asaltos y los intentos de asalto que la gente no reporta? A una amiga le sacaron el celular en un bus de Transmetro y ella lo que hizo fue llorar y prestar dinero para comprar otro. No denunció el hecho.  Al hijo de mi prima intentaron quitarle el celular a dos cuadras de su casa.  Se defendió y corrió.  Tampoco denunció. Cuando a mi sobrina la atracaron tampoco denunció.  Y la gente no denuncia porque siente que es perder el tiempo pues no van a recuperar lo perdido y menos la tranquilidad.  Bueno, solo serviría para aportar a las estadísticas.

Y finalmente, con una sola persona que se asuste y pierda la tranquilidad, con una sola familia que ya no se quiera sentar en la puerta de su casa por temor a pasar un mal rato, con una sola persona que pierda la vida al tratar de defenderse de maleantes, las estadísticas quedan sin piso.  Y si no creen que es así, preguntémosle a los familiares del chico que mataron por el parque del barrio Olaya hace unos meses si les importa en cuántos puntos con relación al año anterior, disminuyó el índice de criminalidad en Barranquilla.


Ah y casi se me queda esto en el tintero: Apuesto que quienes consideran que la ciudad no es tan insegura aún no han pasado su susto, viven en zonas muy vigiladas, no caminan o sencillamente tienen guardaespaldas.  Aprendamos a ponernos en los zapatos del otro. 

viernes, 4 de marzo de 2016

La intranquilidad por la inseguridad en Barranquilla

Si no nos ponemos las pilas, aumentarán los problemas de inseguridad en Barranquilla.  No ganamos nada haciéndonos los de la vista gorda.


Esto ocurre en Barranquilla, Capital de Vida:

  • ·         Hace dos semanas robaron los computadores de un colegio cerca a mi casa (en horas de la noche).
  • ·         A mi sobrina Melissa ya la han atracado más de tres veces cerca a la casa, en un barrio del que nos jactábamos era muy tranquilo. 
  • ·         Mataron a un vigilante en la Olímpica de la calle 72 con carrera 61, para robar dinero de un cajero.
  • ·         En el almacén Éxito de la calle 90 obligaron a un señor a sacar dinero de su cuenta y retuvieron a su esposa en el carro, en el parqueadero del mismo supermercado. 
  • ·         En SAO del centro comercial Portal del Prado le quitaron la billetera a una señora en los últimos pasillos (los menos concurridos).
  • ·         Hace unos días se metieron los ladrones al apartamento de una amiga, por la ventana de la cocina.  Ella vive en segundo piso y en un conjunto residencial. Menos mal que ella y su esposo no se despertaron, pero se llevaron documentos y computadores.
  • ·         A una compañera de colegio le arrancaron el bolso de las manos cuando llegaba a casa de una amiga.  A otra le quitaron el celular y el monedero cerca a su casa en el barrio El Silencio y la alcanzaron a “puyar” (gracias a Dios no la hirieron).

Pero fíjense, Barranquilla (Capital de Vida) es una ciudad tranquila, aquí pasan cosas buenas, la ciudad florece, crece el comercio, aumenta la construcción, las ventas se disparan durante los fines de semana, hay más hoteles para recibir a nacionales y extranjeros. No estoy al día con las frases lindas con las que se “vende” la ciudad actualmente. Me sé más las de la administración distrital anterior… pero bueno, es lo mismo.

Sigamos engañándonos.  Sigamos maquillando la ciudad.  Sigamos vendiendo una imagen de oasis y que somos “el mejor vividero del mundo” (porque es que si no lo hacemos, no nos llega inversión extranjera). Sigamos repitiendo eso como loros y mantengámonos distraídos con el Carnaval, el conciertico, la inauguración de cualquier vaina, las ofertas de supermercados, el escándalo de la Policía Nacional, las maricadas de las redes sociales y las celebraciones públicas de todo tipo.

Mientras tanto, párele bolas a esto:
  • ·         Cuídese a la salida del centro comercial Panorama de la calle 30, especialmente si va a esperar un taxi y es día de quincena. De los avivatos que se le acercan en la plaza de comidas en el centro comercial Buena Vista, de los ladrones que atracan dentro de Sao del centro comercial Portal del Prado.
  • ·         Si conduce un vehículo, ruegue que no le toque hacer una parada muy larga en un semáforo porque aparecen los atracadores en moto.
  • ·         No se le ocurra salir a caminar de madrugada. Tampoco lo haga de noche.  Para qué tener buena salud si lo que puede perder es la vida?
  • ·         Si va a un centro comercial lleve un bolso “manos libres” y agárrelo bien o guarde el dinero en el brasiere (si es mujer), al estilo de las abuelas.
  • ·         No lleve celular de alta gama y si es necesario que mantenga comunicación con alguien, compre un “sisberry” para cuando esté en la calle (olvídese del estrato, de la apariencia personal, del qué dirán y de esos comportamientos “pupis”)
  • ·         Jamás baje los vidrios de su carro aunque no tenga aire acondicionado (ni siquiera a medio día). Mejor achichárrese y que se le suba un poco la presión, pero llegue sano y salvo a su destino.
  • ·         Trate de caminar acompañado a la parada del bus o a la tienda de su barrio.  Acompañado se pasa mejor el susto.

Esa es nuestra triste realidad. Y no se soluciona con más policías, ejército en las calles, rejas en las casas o no saliendo (porque entre otras cosas a los dueños de centros comerciales y supermercados no les conviene que dejemos de ir a comprar… y uno necesita “distraerse”). 


Esto ya está más que cacareado. Mientras no se ataque el origen de los problemas nada cambiará. La solución es buena educación (no solo infraestructura… el cemento no educa) y oportunidades de empleo estable.