lunes, 16 de octubre de 2017

AYUDAR A OTROS, ALIMENTA EL CORAZÓN

Día Mundial de la Alimentación


Hemos de responder al imperativo de que el acceso 
al alimento necesario es un derecho de todos, 
¡un derecho que no admite exclusiones!
-Papa Francisco-

                                                                                                         
                            


Saber que 800 millones de personas alrededor del mundo padecen hambre, que el 45% de las muertes infantiles están relacionadas con la desnutrición y que el hambre mata a más personas cada año que la malaria, la tuberculosis y el SIDA juntos, tiene que hacernos reaccionar.

No podemos vivir de espaldas a una realidad tan dura y mucho menos continuar con una actitud pasiva frente a un problema tan serio como este.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura promueve la celebración del Día Mundial de la Alimentación cada 16 de octubre. La idea es sensibilizar a la sociedad para que se comprometa a hacer algo por quienes padecen hambre y de esa forma garantizar la seguridad alimentaria de los grupos vulnerables, hasta alcanzar la meta de #HambreCero en 2030.

BANCO DE ALIMENTOS EN EL ATLÁNTICO

En Barranquilla tenemos el Banco de Alimentos que atiende a 48 mil personas de 18 municipios del Departamento del Atlántico. De esa población, el 48% es infantil, el 30% adultos mayores y el porcentaje restante son familias en extrema pobreza. El Banco administra productos no conformes* de las empresas que deciden donarlos para evitar que se destruyan o se desperdicien.

La directora del Programa Banco de Alimentos de la Arquidiócesis de Barranquilla, Rebeca Badillo, cuenta con un equipo de trabajo de 78 personas, entre empleados (20) y voluntarios, que se encargan de garantizar que los alimentos donados se almacenen de manera apropiada y se distribuyan a las organizaciones beneficiarias, que en este momento son 229.

El trabajo del Banco no termina con la entrega de los alimentos, pues se hace un seguimiento al destino de las donaciones y al desarrollo organizacional y cumplimiento de objeto social de las instituciones beneficiarias.  De hecho se les brinda acompañamiento, orientándolas para que generen un modelo de autosostenibilidad, que les permita mantener los fondos con los que adquieren los productos en el Banco y puedan atender a sus comunidades. 

Las organizaciones beneficiarias atienden comedores infantiles, programas de madres lactantes o comedores de tercera edad y para vincularse al programa del Banco de Alimentos deben cumplir unos requisitos y firmar un acta de compromiso.

CÓMO AYUDAR

El Programa Banco de Alimentos necesita del apoyo de todos.  Además de donaciones de alimentos, también acepta aportes en dinero a través de bonos o planes padrino (que permiten mantener comedores comunitarios), donación de tiempo (voluntarios) y de conocimiento (estudiantes que ayuden a formular proyectos para gestionar recursos a nivel nacional e internacional y a adelantar investigaciones).

Un momento de reflexión, ponernos en los zapatos del otro, ser responsables socialmente, tocarnos el corazón y tomar la decisión de actuar, es lo único que necesitamos para empezar a apoyar organizaciones que, como en este caso, defienden el derecho básico a la alimentación.

MAYOR INFORMACIÓN:
PROGRAMA BANCO DE ALIMENTOS
Calle 53C # 31-121
Teléfonos: 31838668913 y 370 6585
Correos electrónicos:


*Es un producto que no cumple con unos requisitos mínimos para venderlo al público (etiquetas o cajas dañadas), pero que puede ser consumido.

Nota: Si quiere conocer más acerca de #HambreCero y las cifras sobre el hambre en el mundo, puede consultar http://www.fao.org/world-food-day/2017/theme/es/

jueves, 9 de febrero de 2017

YA SABÍA LO QUE QUERÍA

En la zona de prensa de Catedratón 2010.  Barranquilla.
En bachillerato, con todo y el terror que le tenía a presentarme en público, normalmente leía los programas de los eventos culturales en el colegio (más terror le tenía a cantar en público, como solista).  De todos modos me arriesgaba porque tuve una gran profesora que me enseñó a leer muy bien en voz alta y la seguridad que sentía (de leer bien) superaba el miedo al público.  Eran épocas en las que una “salida de gallo” era objeto de burla y las compañeras de colegio no perdonaban una.

También tenía facilidad para redactar y por eso jamás supe lo que era copiar y pegar el texto de un libro para cumplir con una tarea escolar. Ayudó muchísimo que mi papá acostumbraba a comprar el periódico diariamente y mi hermano Luis compraba muchos libros, que al final pasaban por las manos de todos.  De hecho, mi mamá nos organizó una biblioteca en la casa, que además de almacenar los libros, era nuestra zona de estudio.

Cuando terminé la primaria, entré a estudiar a un colegio que otorgaba título  de bachiller comercial. Pasé las vacaciones de fin de año practicando mecanografía, porque no quería entrar siendo puyógrafa. Por eso, cuando mis compañeras de primero de bachillerato iban a conocer el teclado de una máquina de escribir, ya yo escribía con los 10 dedos; cuando nos mandaron a tapar las letras del teclado, ya escribía sin mirarlo; cuando nos empezaron a hacer pruebas de velocidad, ya escribía rápido.

Luego de terminar el bachillerato comercial en el Colegio Santa Teresita del barrio Las Nieves de Barranquilla, me propuse entrar al Colegio Hermana Virginia Rossi. Durante 1980 asistí a todas las veladas que organizaron.  Me gustaban las instalaciones del colegio, pero sobre todo, sentía que había mucha cercanía entre alumnas y religiosas (y no me equivoqué).

Un viernes en la tarde, mientras esperaba en el patio a una amiga que estudiaba allí, escuché a alguien decir que iban a tener problemas para imprimir el periódico escolar, porque el esténcil con los artículos se había roto y solo les quedaba uno más. Me acerqué, me disculpé por meterme en la conversación y les dije que si querían las ayudaba, que sabía picar esténcil.  Por supuesto, cuando entré a estudiar al año siguiente, ya tenía ganada la oportunidad de participar en el periódico escolar.

Si había que hacer una cartelera, no me temblaba la mano para coger un marcador y empezar a escribir.  Si había un acto cívico, ahí estaba para ayudar a organizar.  A lo único que no me le medí fue a las obras de teatro. Mala, pero mala, para actuar.

Le fui perdiendo el miedo a hablar en público, hasta el punto que el día que a la religiosa encargada de las clases de canto la incapacitaron por seis meses, me pidieron que dirigiera las clases para todo el bachillerato y la primaria y acepté. Estaba en sexto de bachillerato. Ese fue un voto de confianza y una gran prueba para mí. 


Llegó el momento del famoso test vocacional que hacen durante el último año de bachillerato. Unos audífonos y un micrófono. Eso fue lo que pinté en la última parte del test. Tenía bien claro, a los 16 años, lo que quería hacer y ser en el futuro.


El camino abonado hacia mi profesión de comunicadora social – periodista.

------------
- Salida de gallo: No sé si es la definición correcta, pero es cuando al hablar o al cantar, desentonas y se escucha un poco más agudo o desafinado.

- Puyógrafa: Así le dicen a las personas que escriben a máquina con uno o dos dedos.

- Estencil: Formato tamaño oficio, elaborado en papel encerado, especialmente para ser perforado con máquina de escribir.

martes, 31 de enero de 2017

DESPUÉS DE LOS CUARENTA… Y DE LOS CINCUENTA

Las reuniones de amigas son alimento para el alma, renovadoras y relajantes, especialmente si incluyen "risoterapia". Ilustración tomada de http://ingredientesdelavida.blogspot.com.co

·         Niñaaaaaaaaaas, al fin nos vamos a ver el fin de semana?
·         Sííííí claro
·         ¿Dónde? ¿A qué hora?
·         ¿Quiénes vamos? Confirmeeeeeen!

Más o menos así empezaba un chat de WhatsApp con mis amigas de bachillerato.  En la ciudad estaba una amiga que vive fuera del país y queríamos compartir con ella un rato, antes que viajara nuevamente.

Y ahí empezó el cogecoge.  Lo de la hora fue solucionado rapidito.  El problema fue decidir el lugar al que iríamos a comer, porque empezaron las restricciones:
-      Ay noooo, yo no como pizza.
-      Yo tampoco, tengo los triglicéridos por el cielo.
-      Andaaaaaaa, entonces propongan otro sitio.
-      A mí no me importa el tipo de comida, pero que haya aire acondicionado, porque sudo mucho.
-      Sí verdad, que sea un lugar fresco y en el que podamos chacharear bastante.
-      Pilas, donde la comida no sea congelada, porque tengo que controlar la sal.
-      Y yo debo cuidarme de las grasas.

A mí me empezó a dar risa la cosa y propuse ir a un sitio donde servían de todo, para que cada una pudiera elegir sin mayores problemas y aproveché para mamarles gallo:

Anda oye, tamos graves.  ¿Será que ya llegamos a la etapa en la que el menú solo será pechuguita de pollo asada, puré de papá y sopita de verduras… todo bajo en sal y cero grasa?”

Nos gozamos el ratico con la pila de comentarios que siguieron:

-      Ajá ¿Y qué insinúas? Que estamos viejas?
-      Nooooo, para nada, pero ya hay restricciones, entonces mejor nos cuidamos.
-      ¿Viejas? Ni la cédula, porque es nueva.
-      Por favor, dejen de hablar de los años… ya, no hablen más de eso.

Al fin llegó el momento del encuentro.  Para variar, unas llegamos más temprano que otras. No faltó la despistada que se equivocó de dirección y los meseros aún no habían empezado a atendernos pero de una se pillaron  que sería una reunión desordenada.

Lo más chévere fue lo que observé a la hora de ordenar la comida: A ninguna, léase bien, nin gu na  le vi mucha preocupación por los ingredientes de la comida. Ahí hubo de todo: Pizza, hamburguesas, papas rellenas con mucho queso grasosito, tortillas con dips… No recuerdo haber visto ni una sola ensalada!

Les juro que a todas se nos olvidaron las restricciones alimenticias y lo más chévere: Nos reímos a carcajadas, hicimos desorden tipo recreo de colegio y nos mamamos gallo sin piedad.


Bienvenidos los cuarenta, los cincuenta y todo lo que se aproxima.  Está comprobado que la edad solo está en los documentos de identidad!

sábado, 28 de enero de 2017

¿Y SI NO QUIERO TOMAR LICOR HOY?

La decisión de consumir licor y la presión social.


-          ¿Le ofrezco algo de tomar?
-          Gracias, le acepto un vaso con agua.
-          Tengo cerveza, aguardiente, whiskey.
-          Solo agua, gracias.
-          Pero y por qué no se toma un trago?
-          Por eso quiero el agua y no me voy a tomar un trago, sino el vaso completo (dije en tono de broma)
-          (El señor sonrió e insistió) Permítame atenderla como se merece. Un traguito de licor le caería muy bien.
-          Disculpe, si usted quiere atenderme como me merezco, me regalaría el vaso con agua que le pedí, porque realmente es lo que deseo tomar.

Y entonces apareció un tono medio burlón.

-          Aaahhh es que la señora no toma.
-          Sí señor, sí tomo, pero en este momento solo quiero un vaso con agua.
-          Pero para que se anime, le aseguro que la va a pasar mejor con un traguito.
-          Estoy pasándola bien sin el traguito, puedo asegurárselo.
-          Bueno, ese es su problema si se quiere aburrir.  Le traeré una jarra de agua para que pase toda la noche (y se rió a carcajadas).
-          Gracias por complacerme señor. Si son dos jarras, mucho mejor.

Cuando estaba más joven (sigo joven) tomaba un poquito más que ahora y por curiosidad probé algunos licores. En los años 80 recuerdo que me cayó mal un famoso aguardiente. Le conté a mi hermano médico quien me aconsejó que si me provocaba algún trago, eligiera licores oscuros, preferiblemente whiskey.  El problema es que el whiskey no me gusta ni un poquito.

Entonces opté por consumir poco, de lo que me gusta, entre esos vodka (mezclado con jugos de frutas), vino blanco y de vez en cuando una cerveza, aunque no es mi bebida favorita. Y lo hago solo si me provoca y si puedo (porque si estoy conduciendo, ni de riesgos). Además, normalmente hablo mucho y siempre pienso: “Uy, si hablo tanto buena y sana, con dos tragos de más debo ser cansona”.  Entonces me cuido mucho de protagonizar escenitas vergonzosas (malas en hombres y mujeres).

Consumir licor o no, es decisión personal.  Ninguna persona debe decirle a otra: “Si no te tomas un trago la vas a pasar aburrido”. ¿Desde cuándo el licor es garantía de diversión?  ¿Por qué le dan más importancia al trago que a la conversación?


Lo único que necesito para pasarla bien es buena compañía.

lunes, 16 de enero de 2017

¡A ESTO SE LO LLEVÓ PINDANGA!

Foto tomada de www.primerahora.com

Cada vez que se disparan los atracos en Barranquilla, volvemos al tema de la conveniencia o no de hablar abiertamente sobre el tema, a través de los medios de comunicación y ahora de las redes sociales.

Es verdad que no nos conviene porque eso ahuyenta inversionistas y visitantes. Pero y entonces ¿qué hacemos? Nos quedamos callados y nos hacemos los de la vista gorda?

No me voy a meter con el tema de las estadísticas, de si es el nivel más alto de atracos de los últimos años o no. Solo quiero referirme a la sensación de inseguridad que experimento como ciudadana, no común, no corriente, porque ninguno lo es.

Anoche debí desplazarme de norte a sur y cuando se acercaba la hora de movilizarme, mi prima Yamile me dijo: “Pilas, ten cuidado, las calles están solas, están atracando en cualquier parte, así que busca las vías más concurridas” y me sugirió una ruta que casi siempre evito.  Le dije: “No me asustes”, pero ya era tarde. Ya estaba asustada.

Sentí el trayecto más largo de lo normal, manejé rápido cuando el semáforo estaba en verde o muy lento cuando estaba en rojo, con tal de evitar parar por completo en una esquina. Cuando estaba en el barrio El Recreo un taxi paró rápido y se bajó un señor, también rápido, y se me quería salir el corazón.
Vi tres motos cuando iba por la calle Murillo.  Todas llevaban parrillero.  Me asusté, intenté no quedar atrapada entre dos carros, miraba por todos los espejos, verifiqué una y otra vez que los seguros de las puertas estuvieran bien, radio apagado para escuchar el mínimo ruido, miré el reloj más de cien veces...  

Decidí atravesar la calle Murillo, lo más cerca a mi casa y cuando me disponía a hacer el cruce, aparecieron unos policías motorizados. Me asusté más.  Qué triste que en vez de tranquilidad, generaran desconfianza.  A las pocas cuadras los vi parando a unos chicos que iban en una moto.

Llamé a mi casa para avisar que estaba cerca, que estuvieran pendiente de mi llegada y de ayudarme con la entrada al garaje.

Apenas entré a la casa le escribí a mi prima, quien me había dicho: “Avisa apenas llegues”.

Esta no es la Barranquilla que quiero. 


Nota para los lectores que no son de Barranquilla:

Un famoso locutor de la radio barranquillera, Marcos Pérez Caicedo, decía la frase “A esto se lo llevó Pindanga”, cuando sentía que algo se estaba saliendo de control.  Asumimos los oyentes que Pindanga no es tres cosas buenas y dice mi hermano Gerardo, que a lo mejor tiene cachos, rabo y bota candela por la boca.

https://es.wikipedia.org
/wiki/Marcos_P%C3%A9rez_Caicedo