martes, 31 de enero de 2017

DESPUÉS DE LOS CUARENTA… Y DE LOS CINCUENTA

Las reuniones de amigas son alimento para el alma, renovadoras y relajantes, especialmente si incluyen "risoterapia". Ilustración tomada de http://ingredientesdelavida.blogspot.com.co

·         Niñaaaaaaaaaas, al fin nos vamos a ver el fin de semana?
·         Sííííí claro
·         ¿Dónde? ¿A qué hora?
·         ¿Quiénes vamos? Confirmeeeeeen!

Más o menos así empezaba un chat de WhatsApp con mis amigas de bachillerato.  En la ciudad estaba una amiga que vive fuera del país y queríamos compartir con ella un rato, antes que viajara nuevamente.

Y ahí empezó el cogecoge.  Lo de la hora fue solucionado rapidito.  El problema fue decidir el lugar al que iríamos a comer, porque empezaron las restricciones:
-      Ay noooo, yo no como pizza.
-      Yo tampoco, tengo los triglicéridos por el cielo.
-      Andaaaaaaa, entonces propongan otro sitio.
-      A mí no me importa el tipo de comida, pero que haya aire acondicionado, porque sudo mucho.
-      Sí verdad, que sea un lugar fresco y en el que podamos chacharear bastante.
-      Pilas, donde la comida no sea congelada, porque tengo que controlar la sal.
-      Y yo debo cuidarme de las grasas.

A mí me empezó a dar risa la cosa y propuse ir a un sitio donde servían de todo, para que cada una pudiera elegir sin mayores problemas y aproveché para mamarles gallo:

Anda oye, tamos graves.  ¿Será que ya llegamos a la etapa en la que el menú solo será pechuguita de pollo asada, puré de papá y sopita de verduras… todo bajo en sal y cero grasa?”

Nos gozamos el ratico con la pila de comentarios que siguieron:

-      Ajá ¿Y qué insinúas? Que estamos viejas?
-      Nooooo, para nada, pero ya hay restricciones, entonces mejor nos cuidamos.
-      ¿Viejas? Ni la cédula, porque es nueva.
-      Por favor, dejen de hablar de los años… ya, no hablen más de eso.

Al fin llegó el momento del encuentro.  Para variar, unas llegamos más temprano que otras. No faltó la despistada que se equivocó de dirección y los meseros aún no habían empezado a atendernos pero de una se pillaron  que sería una reunión desordenada.

Lo más chévere fue lo que observé a la hora de ordenar la comida: A ninguna, léase bien, nin gu na  le vi mucha preocupación por los ingredientes de la comida. Ahí hubo de todo: Pizza, hamburguesas, papas rellenas con mucho queso grasosito, tortillas con dips… No recuerdo haber visto ni una sola ensalada!

Les juro que a todas se nos olvidaron las restricciones alimenticias y lo más chévere: Nos reímos a carcajadas, hicimos desorden tipo recreo de colegio y nos mamamos gallo sin piedad.


Bienvenidos los cuarenta, los cincuenta y todo lo que se aproxima.  Está comprobado que la edad solo está en los documentos de identidad!

sábado, 28 de enero de 2017

¿Y SI NO QUIERO TOMAR LICOR HOY?

La decisión de consumir licor y la presión social.


-          ¿Le ofrezco algo de tomar?
-          Gracias, le acepto un vaso con agua.
-          Tengo cerveza, aguardiente, whiskey.
-          Solo agua, gracias.
-          Pero y por qué no se toma un trago?
-          Por eso quiero el agua y no me voy a tomar un trago, sino el vaso completo (dije en tono de broma)
-          (El señor sonrió e insistió) Permítame atenderla como se merece. Un traguito de licor le caería muy bien.
-          Disculpe, si usted quiere atenderme como me merezco, me regalaría el vaso con agua que le pedí, porque realmente es lo que deseo tomar.

Y entonces apareció un tono medio burlón.

-          Aaahhh es que la señora no toma.
-          Sí señor, sí tomo, pero en este momento solo quiero un vaso con agua.
-          Pero para que se anime, le aseguro que la va a pasar mejor con un traguito.
-          Estoy pasándola bien sin el traguito, puedo asegurárselo.
-          Bueno, ese es su problema si se quiere aburrir.  Le traeré una jarra de agua para que pase toda la noche (y se rió a carcajadas).
-          Gracias por complacerme señor. Si son dos jarras, mucho mejor.

Cuando estaba más joven (sigo joven) tomaba un poquito más que ahora y por curiosidad probé algunos licores. En los años 80 recuerdo que me cayó mal un famoso aguardiente. Le conté a mi hermano médico quien me aconsejó que si me provocaba algún trago, eligiera licores oscuros, preferiblemente whiskey.  El problema es que el whiskey no me gusta ni un poquito.

Entonces opté por consumir poco, de lo que me gusta, entre esos vodka (mezclado con jugos de frutas), vino blanco y de vez en cuando una cerveza, aunque no es mi bebida favorita. Y lo hago solo si me provoca y si puedo (porque si estoy conduciendo, ni de riesgos). Además, normalmente hablo mucho y siempre pienso: “Uy, si hablo tanto buena y sana, con dos tragos de más debo ser cansona”.  Entonces me cuido mucho de protagonizar escenitas vergonzosas (malas en hombres y mujeres).

Consumir licor o no, es decisión personal.  Ninguna persona debe decirle a otra: “Si no te tomas un trago la vas a pasar aburrido”. ¿Desde cuándo el licor es garantía de diversión?  ¿Por qué le dan más importancia al trago que a la conversación?


Lo único que necesito para pasarla bien es buena compañía.

lunes, 16 de enero de 2017

¡A ESTO SE LO LLEVÓ PINDANGA!

Foto tomada de www.primerahora.com

Cada vez que se disparan los atracos en Barranquilla, volvemos al tema de la conveniencia o no de hablar abiertamente sobre el tema, a través de los medios de comunicación y ahora de las redes sociales.

Es verdad que no nos conviene porque eso ahuyenta inversionistas y visitantes. Pero y entonces ¿qué hacemos? Nos quedamos callados y nos hacemos los de la vista gorda?

No me voy a meter con el tema de las estadísticas, de si es el nivel más alto de atracos de los últimos años o no. Solo quiero referirme a la sensación de inseguridad que experimento como ciudadana, no común, no corriente, porque ninguno lo es.

Anoche debí desplazarme de norte a sur y cuando se acercaba la hora de movilizarme, mi prima Yamile me dijo: “Pilas, ten cuidado, las calles están solas, están atracando en cualquier parte, así que busca las vías más concurridas” y me sugirió una ruta que casi siempre evito.  Le dije: “No me asustes”, pero ya era tarde. Ya estaba asustada.

Sentí el trayecto más largo de lo normal, manejé rápido cuando el semáforo estaba en verde o muy lento cuando estaba en rojo, con tal de evitar parar por completo en una esquina. Cuando estaba en el barrio El Recreo un taxi paró rápido y se bajó un señor, también rápido, y se me quería salir el corazón.
Vi tres motos cuando iba por la calle Murillo.  Todas llevaban parrillero.  Me asusté, intenté no quedar atrapada entre dos carros, miraba por todos los espejos, verifiqué una y otra vez que los seguros de las puertas estuvieran bien, radio apagado para escuchar el mínimo ruido, miré el reloj más de cien veces...  

Decidí atravesar la calle Murillo, lo más cerca a mi casa y cuando me disponía a hacer el cruce, aparecieron unos policías motorizados. Me asusté más.  Qué triste que en vez de tranquilidad, generaran desconfianza.  A las pocas cuadras los vi parando a unos chicos que iban en una moto.

Llamé a mi casa para avisar que estaba cerca, que estuvieran pendiente de mi llegada y de ayudarme con la entrada al garaje.

Apenas entré a la casa le escribí a mi prima, quien me había dicho: “Avisa apenas llegues”.

Esta no es la Barranquilla que quiero. 


Nota para los lectores que no son de Barranquilla:

Un famoso locutor de la radio barranquillera, Marcos Pérez Caicedo, decía la frase “A esto se lo llevó Pindanga”, cuando sentía que algo se estaba saliendo de control.  Asumimos los oyentes que Pindanga no es tres cosas buenas y dice mi hermano Gerardo, que a lo mejor tiene cachos, rabo y bota candela por la boca.

https://es.wikipedia.org
/wiki/Marcos_P%C3%A9rez_Caicedo