Este es un tema del que me cuesta hablar porque revive momentos tristes de mi vida, pero me animé porque sé que hay mucha gente que pasa por situaciones como ésta y no sabe qué hacer. Ah bueno, por si acaso, no estoy sugiriendo que hagan lo mismo que yo, pero a lo mejor pueden buscar un equilibrio.
Me desperté sobresaltada, con dolor de cabeza y un poco asustada. Me levanté, busqué el tensiómetro – que se había convertido en
mi amiguito inseparable por aquella época – y me medí la presión. Estaba alta.
Eran las 2:00 am.
Esperé que fueran las 6:30 am y llamé a mi hermano Rafa y le
dije cómo me sentía. Me dijo: Es normal que estés estresada con toda esta
situación que estamos viviendo.
Por esos días, Yudex, esposo de mi
tía Miriam, estaba hospitalizado, pasaba momentos difíciles a consecuencia de
un cáncer en la tiroides, de una reacción alérgica al tratamiento que querían
hacerle y esperaba una transfusión de sangre.
Y mi mamá. Ya tenía varios años con una profunda
depresión después de la muerte de mi papá.
Se me partía el corazón cada vez que llamaba por teléfono a preguntar
por ella. Cuando mi hermana me decía que
me la iba a pasar, se me aceleraba el corazón, por el miedo a lo que
pasara. Es que en muchas ocasiones se
expresaba de manera incoherente y eso me atormentaba. Lo único que me reconfortaba era cuando mi
hermana tomaba el teléfono nuevamente y me decía: Si vieras la cara de alegría
cuando escuchó tu voz.
Era el año 2009 y yo vivía en New Jersey. Mi hermana me
decía que en algunas ocasiones mi mamá escuchaba una canción y decía: “Esa es
Mabe?”. Y me dijo: Ella escucha tu voz a cada rato, cuando ve a alguien de
cabello negro también piensa que eres tú y a veces dice: “Ella está allá, presa
por el sistema”.
Volviendo a la mañana en la que llamé a mi hermano para
contarle cómo tenía la presión arterial, le dije: “A veces me dan
ganas de irme”. Recuerdo cada palabra de su respuesta: “Cierra los ojos y vente”
y agregó: “Mi mamá te necesita, pero en este momento quienes más te necesitan
son Yudex y mi tía”.
Hacía días rondaba por mi cabeza una idea que me
atemorizaba muchísimo: Y si cuando regrese a Colombia mi mamá no me
reconoce? Lloré mucho pensando en eso y
siempre decía que no me perdonaría si eso ocurriera.
Terminé de hablar con Rafa y me senté en la cama a
llorar y a pensar. “Dios mío, qué hago?”.
De pronto me invadió una sensación de certeza, claridad y tranquilidad y
dije: “Me voy”.
Hablé en mi trabajo, esa misma tarde fui a comprar el
tiquete de regreso a Colombia. Fecha: 14 de julio de 2009. Tenía 17 días para organizar mi viaje. Me
sentí diferente, alegre con mi decisión, cuando a los tres días recibí una
noticia que me derrumbó: Yudex murió.
Dios qué dolor tan grande, no alcancé a decirle nuevamente cuánto lo quería! Salí corriendo para el apartamento de mi
primo Yudex, quien vivía a pocos minutos, para acompañarlo en ese momento.
Ese día, muchos amigos y conocidos se enteraron de la
decisión que ya había tomado de regresar a Colombia y no faltó quien me dijera:
“No te irás a arrepentir de esa decisión?”.
A uno le contesté: “De lo que no quiero arrepentirme es de no haber
regresado a tiempo”.
Todavía en estos días alguien me dijo: “No te
arrepientes de haber regresado a Colombia? No fue como retroceder?
Nunca me he arrepentido de esa decisión. Fue la mejor.
Me lo dice la sonrisa de mi mamá, su cara de picardía cuando me hace una broma,
el sonido de sus besos tirados al aire y su cara de satisfacción cuando le
preparo una comida que le gusta. Y me lo
confirmó esto, que ocurrió al día siguiente de mi regreso: Mi hermana llegó a
mi habitación y me dijo que al acostarse la noche anterior mi mamá le dijo: “Dime
que no estoy soñando y que es verdad que ella está aquí”. Teníamos más de cuatro años de no abrazarnos.
No quiero imaginar lo que sentiría si me hubiera perdido estos años de mi madre aún con momentos de lucidez, cuando aún conserva su buen sentido del humor. No niego que hay momentos duros, como cuando se "pierde en su mundo" y ella misma no puede controlar sus pensamientos, pero puedo abrazarla, besarla, mamarle gallo, cuidarla.
Algunos dirán que no fue fácil para mí. Pues sí, pero no dudé cuál era mi prioridad en ese
momento.
Y ustedes, tienen clara su prioridad en esta vida?
Se me salieron las lágrimas cuando fui a reclamar la cédula de mi mamá y vi la firma. No hay duda que vivía pensando en mí. |
Me has dejado sin palabras!!!
ResponderBorrarUn abrazote Moniquilla.
BorrarLlorosa y sin palabras quedé cuando vi la firma de mi mamá en su cédula. Todavía ahora, cuando la veo me dan ganas de llorar. Era tal su añoranza que escribió mi nombre. Y que conste que ella no ha dejado de hacer su firma.
ResponderBorrarSin palabras. Familia es famiia
ResponderBorrarTenemos que valorarla y hacer un equilibrio en la vida personal y la familiar. No es fácil, pero hay que intentarlo. Un abrazo Belissa.
BorrarMabel que bello que Dios y la vida misma te permitieron tomar la decision en el momento justo! Karen Sofia Escobar
ResponderBorrarQue bello Mabel... Me hace extrañar a mi mamá
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