... me pondría a llorar. Y no es broma.
Iban a ser las 2:00 pm y nos sorprendió un aguacero que
llegó con mala compañía: Un vendaval.
Desde niña, y eso hace bastantico ya, no veía árboles
tan inclinados por la fuerte brisa. Todo
pasó rápido. No creo que haya tardado más de 10 minutos, pero se me aceleró el
corazón del sustico.
#SeFueLaLú y todos (mamá, mi hermana, mi hermano y yo)
corrimos a sentarnos en la sala, cerca a los ventanales para aprovechar el agradable
clima que quedó. La alegría duró poco. Dejó de llover y se alborotó el calor
poco a poco.
Ya es normal que quedemos sin servicio de energía
cuando llueve, por aquello de la vieja infraestructura que no aguanta unas
goticas. Nunca corro a llamar para hacer el reporte a la empresa de energía,
porque la suspensión del servicio no demora mucho y porque además, tenemos un
servicio telefónico que deja de funcionar cuando se va la luz. Entonces, me relajo y espero.
Ayyy, pero esta espera duró diecinueve horas y media!
Cuando oscureció nos dimos cuenta que la falta de luz no
era todo el barrio y que las consecuencias del rápido vendaval no fueron
pocas. Además de cables caídos, algunos
viejos y frondosos árboles fueron arrancados de raíz.
Me di cuenta que pasaríamos la noche en penumbra. La
oscuridad no era el problema. El calor
sí. Agotamos algunas velas, desconectamos electrodomésticos y empezamos una
sesión de anécdotas, que fue bastante graciosa, por cierto.
La única forma de pasar la noche sin tanta angustia por
el calor, era dormir cerca a los ventanales de la sala y el comedor. Cuando confirmé
que mi hermano estaba dispuesto a dormir
en el sofá, me armé de valor para dormir cerca al ventanal del comedor (es que
me aterra que se metan animales… gatos especialmente). Me dije: “Mi misma, hazte el cargo que estás
de camping”. Eran casi las 10:00 pm y mi hermana y mi mamá sí se acostaron en sus camas.
Aprovechando que mi hermano Gerardo había llegado y aún
no se iba para su casa, le pedí que me ayudara a inflar un colchón y armé mi “cambuche”.
Cubrí el colchón, busqué una de mis almohadas, me lavé los dientes y fui a
buscar una pañoleta para envolver una bolsa de gel que mantengo en el
congelador.
Esa es mi salvación
cuando hace calor. Una vez escuché que colocar compresas frías en el área del
cuello, hace que cambie la temperatura corporal. Es un truquito que usan los actores cuando
tienen que filmar escenas en lugares húmedos y calurosos, como la selva. Les
garantizo que funciona.
Pues bien, me acosté y puse mi bolsa de gel en el
cuello. Creo que dormí bien como una
hora, pero cuando la bolsa se descongeló empecé a sentir calor y sudé muchísimo. Escuché todo
tipo de ruidos: Carros, gatos maullando, salmanquesas cantando (no sé sí andan
ensayando para La Voz, pero ya las eliminé
e insisten en cantar), que mi
hermana se levantó dos veces, los movimientos de mi hermano en el sofá… en fin,
sentí que habían pasado muchísimas horas.
Miré el reloj y ya iban a ser las 4:00 am. Encendí el celular que solo
tenía 20% de carga, entré a Twitter y dejé un mensajito en el perfil de la
empresa de energía, porque alguien tenía
que saber de mi malestar!
Creo que me volví a quedar dormida como a las 5:00 am
hasta las 6:15 am cuando mi hermana se despidió. #LlegóLaLú a las 9:40 am.
Pues bien, ahora son las 11:00 pm y apenas voy a
reponerme del desgaste por el calor y no haber dormido suficiente. Por eso, si la
noche de anoche volviera… me pongo a llorar!
Nota: Les quedo debiendo la fotico de la noche
romántica (velas y penumbra) que vivimos ayer.
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