jueves, 6 de noviembre de 2014

Si la noche de anoche volviera...

... me pondría a llorar. Y no es broma.

Iban a ser las 2:00 pm y nos sorprendió un aguacero que llegó con mala compañía: Un vendaval.

Desde niña, y eso hace bastantico ya, no veía árboles tan inclinados por la fuerte brisa.  Todo pasó rápido. No creo que haya tardado más de 10 minutos, pero se me aceleró el corazón del sustico.

#SeFueLaLú y todos (mamá, mi hermana, mi hermano y yo) corrimos a sentarnos en la sala, cerca a los ventanales para aprovechar el agradable clima que quedó. La alegría duró poco. Dejó de llover y se alborotó el calor poco a poco.

Ya es normal que quedemos sin servicio de energía cuando llueve, por aquello de la vieja infraestructura que no aguanta unas goticas. Nunca corro a llamar para hacer el reporte a la empresa de energía, porque la suspensión del servicio no demora mucho y porque además, tenemos un servicio telefónico que deja de funcionar cuando se va la luz.  Entonces, me relajo y espero.

Ayyy, pero esta espera duró diecinueve horas y media!

Cuando oscureció nos dimos cuenta que la falta de luz no era todo el barrio y que las consecuencias del rápido vendaval no fueron pocas.  Además de cables caídos, algunos viejos y frondosos árboles fueron arrancados de raíz.

Me di cuenta que pasaríamos la noche en penumbra. La oscuridad no era el problema.  El calor sí. Agotamos algunas velas, desconectamos electrodomésticos y empezamos una sesión de anécdotas, que fue bastante graciosa, por cierto.

La única forma de pasar la noche sin tanta angustia por el calor, era dormir cerca a los ventanales de la sala y el comedor. Cuando confirmé  que mi hermano estaba dispuesto a dormir en el sofá, me armé de valor para dormir cerca al ventanal del comedor (es que me aterra que se metan animales… gatos especialmente).  Me dije: “Mi misma, hazte el cargo que estás de camping”. Eran casi las 10:00 pm y mi hermana y mi mamá sí se acostaron en sus camas.

Aprovechando que mi hermano Gerardo había llegado y aún no se iba para su casa, le pedí que me ayudara a inflar un colchón y armé mi “cambuche”. Cubrí el colchón, busqué una de mis almohadas, me lavé los dientes y fui a buscar una pañoleta para envolver una bolsa de gel que mantengo en el congelador. 
Esa es mi salvación cuando hace calor. Una vez escuché que colocar compresas frías en el área del cuello, hace que cambie la temperatura corporal.  Es un truquito que usan los actores cuando tienen que filmar escenas en lugares húmedos y calurosos, como la selva. Les garantizo que funciona.

Pues bien, me acosté y puse mi bolsa de gel en el cuello.  Creo que dormí bien como una hora, pero cuando la bolsa se descongeló empecé a sentir calor y sudé muchísimo. Escuché todo tipo de ruidos: Carros, gatos maullando, salmanquesas cantando (no sé sí andan ensayando para La Voz, pero ya las eliminé  e insisten en cantar), que mi hermana se levantó dos veces, los movimientos de mi hermano en el sofá… en fin, sentí que habían pasado muchísimas horas.  Miré el reloj y ya iban a ser las 4:00 am. Encendí el celular que solo tenía 20% de carga, entré a Twitter y dejé un mensajito en el perfil de la empresa de energía, porque alguien tenía que saber de mi malestar!

Creo que me volví a quedar dormida como a las 5:00 am hasta las 6:15 am cuando mi hermana se despidió. #LlegóLaLú a las 9:40 am.

Pues bien, ahora son las 11:00 pm y apenas voy a reponerme del desgaste por el calor y no haber dormido suficiente.  Por eso, si la noche de anoche volviera… me pongo a llorar!


Nota: Les quedo debiendo la fotico de la noche romántica (velas y penumbra) que vivimos ayer.

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