Si hay
algo que me encanta de Barranquilla, mi ciudad de origen, es el lenguaje coloquial. Y no solo por lo gracioso, sino
porque es lo más cercano a la sinceridad popular.
Si uno
está conversando con alguien y le sale, sin pensar mucho, una frase como estas
que leerán abajo, no lo duden, salió del corazón:
Como
mosca en leche
Ni
pa´allá vo a mirá
Mandan
hígado!
No
estás ni tibio
Patitas
pa´qué te tengo
Si
te vi, no te conozco
Más
resbaloso que jabón en agua honda
Uy,
qué tipo tan lentejo!
Qué
ladilla!
Salió pajarilla!
Salió pajarilla!
En algunas
ocasiones nos pasamos de maraca (esa
es otra frase), cuando de burla se trata. En mi época de universitaria, cuando
un compañero tardaba en entender la explicación del profesor, más de dos
comentábamos bajito: “Uy, es mente e´pollo”, para no decir la palabra más grosera. En mi adolescencia le
decían en tono burlón: “Eres un coco”. Para los barranquilleros una persona coco es una persona
inteligente, pero no faltó el gracioso que le cambió el sentido y terminó
popularizando lo de: “Inteligente? No.
Es un coco porque es cerrado por dentro y por fuera”. Ahora dicen en un tono sarcástico y burlón,
cuando alguien mete las de caminar: “Ay
oyeeeee, esa platica se perdió”...
ya saben, por decir que estudió en balde.
En mi
familia heredamos la mamadera de gallo y el doble
sentido permanente, de mi madre. Mi
hermano Gerardo tiene una gracia innata que hasta en los momentos más duros nos
hace reír. También son graciosos y usan
muchas frases populares mi primo Yudex Alí, quien tiene varios años radicado en
Estados Unidos y no ha perdido su modo barranquillero para hablar y ni qué
decir de mi amigo William Zapata, quien también vive hace muchos años en New
Jersey.
Recuerdo
una ocasión en la que William nos visitó en Barranquilla. Venía de hablar con un amigo nuestro, quien
tenía poco tiempo de casado con una chica muy linda. Y le pregunto: “William, y
ya hablaste con fulanito?”. Me dijo: “Sí, estuve un rato largo en su
casa”. Y le digo: “Fulanita (la esposa
de nuestro amigo) es chévere verdad?”. Y
me dice: “Sí, pa qué… muy atenta, chévere.
Está bonita, pero nojodaaaa,
tiene los pies como jagüey en verano”. En
ese momento le dije: “Ay, no seas así, ella es bien linda”. Él solo dijo: “Yo sé, yo sé, pero barro ese
descuido”. Creo que duramos como dos semanas riéndonos de su comentario.
Frases y
palabras que nos identifican, que saboreamos al expresar, que nos encanta
pronunciar con esa entonación marcada y extendida del sonido de las
letras. Carajo, a veces nos relajamos tanto, que mientras hablamos nos toca
“traducir” al interlocutor. Me ocurrió
hace pocos días que me vi con un amigo del interior del país. Primero, lo hice sufrir y le hablé sin dar
muchas explicaciones. Noté que no me
entendía porque su hermosa carita, porque está lindo el “condenado”, se
enrojecía y los ojos empezaban a moverse rápido. Al rato ya me condolí de él y
le expliqué cada frase y él empezó a disfrutar y a reír con cada ocurrencia
mía.
El que
sí me
dejó viendo un chispero hace
poco fue Luis Emilio, mi hermano mayor.
Estábamos en Washington con un grupo de periodistas latinoamericanos que
cubren la Asamblea del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y lo
estuve observando. Habla allá, como si
estuviera aquí en Barranquilla, y esos pobres – todos – mirándose las caras
tratando de comprender lo que decía. Yo
no sé si alguno por ahí le diría mentalmente “Pinche hijo de su madre” (esto no tengo que explicar qué significa)
o se irían a buscar corriendo un “mataburros” (diccionario para los peruanos) a
ver si entendían algo. En todo caso, él
no explica ná.
Aquí les
dejo ese enlace sobre el lenguaje espontáneo, que se caracteriza más por la
oralidad: http://www.materialesdelengua.org/LENGUA/comunicacion/variedades_lengua/lenguacoloquial.htm
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