- “En
este país no avanzamos porque no se piensa de verdad en el pueblo.
- Lo
que pasa es que en Barranquilla, primero son los intereses de los ricos.
- Que
va, eso es en todo el país, que además está atrasado y ni a la tercera edad le dan el puesto que se merece.
- Y
ni qué hablar de los corruptos. Aquí estamos bien jodíos”.
Ese era el diálogo en una fila de más de veinte
personas en un banco. La gente hablaba con vehemencia. Yo solo escuchaba, hasta que algunos, muy
molestos, lanzaron improperios contra los gobernantes de turno y comenté que no
era necesario opinar con insultos. Un
señor me dijo: “Es que ya estamos tan aburridos, que uno termina faltando el
respeto, pero tiene razón, ni siquiera merecen que uno se salga de casillas”.
Hablaron de quienes roban para enriquecerse, de quienes
abusan de sus trabajadores, de los gobernantes que no tienen criterio y actúan
de acuerdo a lo que les dice su jefe político, de los contratistas que utilizan
materiales de mala calidad, de los malos servicios públicos, de las calles en
mal estado, de la inseguridad, de los feminicidios … todo, como unos expertos
en cada tema. Cada uno sentía que lo que decía era lo correcto y era verdad.
En esas conversaciones comprueba uno la importancia de
unos medios de comunicación masivos serios, coherentes, que de verdad cumplan
con su labor de informar y ayudar a formar opinión. Todas las personas que hicieron algún
comentario mencionaron un periódico, un noticiero de televisión, un programa de
investigación o a un reconocido periodista.
No pusieron en duda la veracidad de la información. Solo hablaron de un
“vendido” con los políticos de turno.
La fila avanzó y cuando ya me tocó el turno y estaba frente
al cajero, quedé al lado de un cliente joven y le dije que a veces señalamos y
criticamos con mucha energía, pero a la hora de tomar decisiones volvíamos a
elegir a los mismos de quienes nos quejábamos.
El chico asintió y de pronto se volteó y gritó a quienes estaban en la
fila: “Le cae la madre al que vote otra vez por un corrupto”. “No iremos a
votá” grito un señor bastante mayor.
Solo se escuchaban carcajadas cuando salí del banco.
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