miércoles, 3 de septiembre de 2014

Desahogo popular



-       “En este país no avanzamos porque no se piensa de verdad en el pueblo.
-        Lo que pasa es que en Barranquilla, primero son los intereses de los ricos.
-        Que va, eso es en todo el país, que además está atrasado y ni a la tercera edad le dan el puesto que se merece.
-        Y ni qué hablar de los corruptos. Aquí estamos bien jodíos”.

Ese era el diálogo en una fila de más de veinte personas en un banco. La gente hablaba con vehemencia.  Yo solo escuchaba, hasta que algunos, muy molestos, lanzaron improperios contra los gobernantes de turno y comenté que no era necesario opinar con insultos.  Un señor me dijo: “Es que ya estamos tan aburridos, que uno termina faltando el respeto, pero tiene razón, ni siquiera merecen que uno se salga de casillas”.

Hablaron de quienes roban para enriquecerse, de quienes abusan de sus trabajadores, de los gobernantes que no tienen criterio y actúan de acuerdo a lo que les dice su jefe político, de los contratistas que utilizan materiales de mala calidad, de los malos servicios públicos, de las calles en mal estado, de la inseguridad, de los feminicidios … todo, como unos expertos en cada tema. Cada uno sentía que lo que decía era lo correcto y era verdad.

En esas conversaciones comprueba uno la importancia de unos medios de comunicación masivos serios, coherentes, que de verdad cumplan con su labor de informar y ayudar a formar opinión.  Todas las personas que hicieron algún comentario mencionaron un periódico, un noticiero de televisión, un programa de investigación o a un reconocido periodista.  No pusieron en duda la veracidad de la información. Solo hablaron de un “vendido” con los políticos de turno. 

La fila avanzó y cuando ya me tocó el turno y estaba frente al cajero, quedé al lado de un cliente joven y le dije que a veces señalamos y criticamos con mucha energía, pero a la hora de tomar decisiones volvíamos a elegir a los mismos de quienes nos quejábamos.  El chico asintió y de pronto se volteó y gritó a quienes estaban en la fila: “Le cae la madre al que vote otra vez por un corrupto”. “No iremos a votá” grito un señor bastante mayor.  Solo se escuchaban carcajadas cuando salí del banco.

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